Dios creò al hombre, y le dotó con el espìritu divino de la razón.
Y así nació la Idea. Con ella, el hombre emergió para dejar definitivamente atrás su animalidad, delineando su camino en la nebulosa de los tiempos, y dando un nuevo sentido al fenómeno de la vida.
Y de la Idea nació la Palabra, que con fuerza indecible plasmó lo más bello que aquella tenía para dejar huella indeleble de su evolución hacia la civilización plena.
Y la Palabra que da forma a Ideales incorpóreos, es la que motiva todas las nobles Acciones tendientes a realizarlos.
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