viernes, 15 de julio de 2011

Juego Sucio

El delgado y nervioso gestor torció la boca en un gesto que quiso ser una sonrisa de satisfacción, mientras firmaba la solicitud.  No pasarían más de dos horas para que pudiera tener en sus manos la enorme gratificación que el misterioso individuo de traje claro y fingido acento extranjero le prometiera por ese trámite tan poco importante.
Cuando al fin tuvo en sus manos la copia de aquel ansiosamente esperado documento, comprendió que nada más tenía que marcar el número telefónico anotado en el papel que celosamente guardaba en el bolsillo de su camisa, y obtendría el dinero que le ayudaría a pagar las rentas vencidas del sucio cuartucho de vecindad en el que vivía con su esposa y tres... bueno, ya casi cuatro alborotadores chiquillos.
Le probaría a la vieja que los recelos que le provocó su cliente, manifestados en forma procaz casi al alcance del oído de aquél, no eran otra cosa que fantasías propias de mujeres histéricas, prueba más que evidente de la notoria incapacidad que tienen ellas para los negocios.
Como siempre sucede en estas historias, pero admirable por la dificultad que todos tenemos para conseguir uno en la vida real cuando se nos acaba el crédito del celular, había un teléfono público limpio y funcionando en un robusto pilar de la atestada oficina gubernamental, encontrando el gestor en su bolsillo las monedas necesarias para la crucial llamada.
Al tercer timbrazo contestó una suave voz femenina, que quedó sorprendida con la curiosa contestación en clave que, según las instrucciones recibidas, repitió con nerviosa voz el tinterillo, cortando inmediatamente la comunicación ante la sospecha de estar siendo vigilada por rateros.
Mudo por la sorpresa, decidió volver a llamar.  Y esta vez, después de un agudo zumbido como los que anuncian teléfonos suspendidos, contestó una voz parca y grave, que después de oír la contraseña dio precisas instrucciones para la entrega del documento y el pago del emolumento acordado, y sin esperar respuesta colgó.
El domicilio no estaba lejos.  Pero pensando en su próxima gratificación decidió que bien podía ahorrar a sus cansadas piernas una fatiga innecesaria, por lo que abordó un taxi.  Fue entonces cuando el nombre de un candidato, favorito en la próxima elección, saltó a su vista desde el documento, picando su curiosidad.  Inició una rápida lectura de algunos párrafos, hasta que se percató que trataba sobre un movimiento de propiedad muy poco usual.
Satisfecho con esa información, y pensando que hacía un servicio al Partido de sus preferencias, alzó la vista en el momento que el chofer le indicaba que habían llegado al domicilio solicitado.  No pudo evitar una exclamación de sorpresa.  El pórtico del edificio lucía el logotipo de otro Partido.
Haciendo acopio de fuerzas, logró sobreponerse a la impresión y, con fingido aplomo, entró en el edificio para entregar el documento siguiendo las instrucciones recibidas, sin que le pasara por alto la cómica expresión de absoluta ignorancia del destinatario.  De nuevo en la calle, abordó la colectiva que lo llevaría al lugar donde recibiría su paga, en una colonia que afortunadamente quedaba bastante cerca de su casa.
La noche caía rápidamente.  Había recorrido cantidad de calles sin poder encontrar la que le habían indicado.  Al fin, en un sucio estanquillo con escasa mercancía, una encorvada anciana masculló confusas instrucciones que le llevarían a la esquiva calle.  Cuando dio vuelta a la última esquina oyó que lo llamaban por su nombre.  Se volvió con sorpresa para encontrarse de frente con la inconfundible figura de un perjudicial individuo, cuya amistosa sonrisa contrastaba con la negra boca de su cuerno de chivo.
Al día siguiente, apareció una nota en el periódico local:

BALEADO POR SICARIOS ...el hoy occiso, identificado como José Córdova Martínez, de 48 maños de edad, tenía relación con los narcomenudistas de la zona...

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