domingo, 26 de febrero de 2012

Renuncia Inducida

-¿Qué fue lo que sucedió, Licenciado... García?-, preguntó Carlos Llorente, el educado y bien vestido presentador del afamado noticiario nocturno, dirigiendo una coqueta sonrisa a la cámara que le enfocaba.
El funcionario respondió con cautela, bizqueando detrás de los gruesos cristales de sus anticuados anteojos:
-Pues verá usted: cuando los manifestantes iban por la Avenida Central, más o menos a la altura del Parque del Libertador, un grupo de vándalos que venía mezclado entre las gentes del sindicato comenzó a agredir a las fuerzas del orden, que por instrucciones del Secretario se habían apostado a ambos lados de la rúa, obviamente con la finalidad de proteger a la gran cantidad de comercios que rodean el lugar de los desmanes que nunca faltan en este tipo de eventos...
-Sí, si.  –interrumpió con un ligero tono de hastío el afamado conductor.  –Eso ya lo sabemos.  Lo que nos interesa es lo que sucedió después, cuando alguien dio la orden de “repeler la agresión”.
García respondió un tanto dubitativo:
-Lo que pasó fue que, al verse bajo una lluvia de piedras, botellas y otros objetos, los uniformados se vieron obligados a cargar contra los manifestantes, logrando la detención de varios de los más furiosos atacantes…
-Según dicen varios testigos-, interrumpió de nuevo el conductor- los manifestantes iban desarmados y sólo se habían limitado a gritar consignas, y quizá hasta algunas mentadas, pero no habían lanzado objetos a los policías.
-No es así, Don Carlos.  Tenemos grabaciones de video donde se ve claramente que gente ajena que iba mezclada entre los maestros empezó a lanzar lo que tenía a la mano.
-El hecho es que los servicios de salud reportaron a varias personas golpeadas, entre ellos una maestra y un compañero camarógrafo que cubría el evento.  Todos ellos tenían huellas de golpes con macanas y otros objetos contundentes.  ¿Qué puede decir al respecto?
-Pues sí, desafortunadamente no había otra forma de controlar el asunto más que con el uso de la fuerza.  Pero no todos estaban lesionados por macanas, señor.  Por ejemplo su camarógrafo, que fue descalabrado de una pedrada.
Una irónica sonrisa apareció en el rostro del periodista cuando dijo:
-Él asegura que fue golpeado por un oficial que pretendía evitar que filmara la cobarde agresión de los granaderos.  De hecho, entiendo que se levantará una denuncia formal ante la autoridad competente.
-Yo le recomendaría que no lo hiciera, señor.  Precisamente fue su cámara la que filmó al individuo que le arrojó la piedra que lo lastimó. 
Repentinamente serio, Llorente respondió:
-Acabamos de pasar todo el material que tenemos, y cualquiera puede constatar que no aparece ninguna escena como la que usted refiere.
-Es cierto, en las tomas que sacaron ahorita no está incluida esa. Pero ustedes mismos lo pasaron al aire en el noticiario de la tarde.
-¿Acaso me está usted diciendo mentiroso, licenciado?
-De ninguna manera, Don Carlos.  Solamente estoy mencionando un hecho.  En mi oficina dispongo de una grabación de ese noticiario, y nuestros peritos están evaluándola.
-Como quiera que sea, aquí tenemos un caso flagrante de brutalidad policiaca, atacando a un grupo de ciudadanos indefensos que ejercían su derecho a manifestarse.  Y la opinión pública está exigiendo que se tomen medidas para castigar a los responsables.  ¿Qué me puede decir al respecto?
-Que se está haciendo una minuciosa investigación de los hechos.  Los detenidos están declarando ante la autoridad competente, y ésta tendrá que determinar las sanciones correspondientes.
El tono de disgusto del periodista fue evidente cuando dijo:
-Yo me refiero a las sanciones que se deben aplicar a quienes ordenaron el ataque.  Todos sabemos que la autoridad va a tratar de fabricar culpables para evadir su responsabilidad en este turbio asunto.
Rebuscando entre sus cosas, el funcionario sacó un estuche de CD, y se lo alargó a Llorente diciendo:
-Precisamente para deslindar la responsabilidad oficial, el Comandante de los granaderos ordenó que se filmara todo el evento.  Si es usted tan amable de pasar este material al aire, usted y su auditorio podrán constatar que la fuerza pública hizo su trabajo sin excederse en el uso de la fuerza.  La policía solamente trató de salvaguardar la integridad y los derechos de los ciudadanos ajenos al conflicto, como es su obligación.
-Nosotros tenemos material suficiente para formarnos un juicio al respecto-, respondió Llorente sin recibir el compacto.
-Entonces, con todo respeto le pido que lo muestren en su totalidad, sin cortes ni ediciones, para que el público pueda valorar los hechos.
-Primero me llamó mentiroso, y ahora me acusa de manipular la opinión pública.  ¿Acaso pretende encubrir a los responsables?
-Claro que no, Don Carlos.  Yo estoy tan interesado como usted en que se aclare este asunto.
-Por cierto, usted tiene una responsabilidad como Sub-Procurador al permitir que un mando inferior tome decisiones de esa magnitud, ¿no lo cree?
-Definitivamente no, don Carlos.  Esos mandos no dependen de mí, y además esas decisiones se toman a otro nivel de gobierno.
-O sea, que usted niega cualquier responsabilidad.
-Por supuesto.  Como que yo no di la orden.
-¡Pero permitió que se diera!-, aseguró Llorente en tono triunfal.  Y apresurándose para atajar cualquier intento de réplica del funcionario, continuó: -Ahí tienen, estimado auditorio, otro ejemplo de la irresponsabilidad de este Gobierno.  Vamos a un corte comercial...

El estruendoso anuncio de otro inútil medicamento para controlar quién sabe cuántas enfermedades, fue opacado por los apasionados comentarios del Director Administrativo de la Procuraduría y del Comandante de los GOE’s.  Ambos festejaban la valiente actitud de su colega, que no se dejó amilanar por el tortuoso entrevistador, quien por todos los medios trató de hacer quedar mal a la dependencia.  En eso sonó el teléfono del Procurador, que con gesto adusto les pidió silencio antes de tomar la llamada.
-¿Bueno?  Si... si, Martita.  Pásemelo.   ¿Diga?  Si, señor. Soy yo...  Si, sí lo vimos.  ...Claro...  Ya veo...  Si, Señor.  Así lo haremos.  ...Adiós.
Ante la cara de pocos amigos de su jefe, el Director preguntó:
-¿Qué pasó, Licenciado?
-¡Lo que me temía!-, estalló el Procurador.  -Ese idiota de García.  ¡Le dije claramente que les diera por su lado, no que enfrentara al tal Llorente!  Y ahora ya se ganó su premio...  ¡Va a tener que renunciar!