domingo, 24 de julio de 2011

Ecos de una Asamblea

La deslumbrante luz de un enfebrecido sol que daba justamente a su ventana, prometiendo otro día de intenso calor, no le impedía a Juanito Pahua disfrutar del insólito espectáculo de ver la plaza del pueblo completamente atestada de entusiastas compañeros provenientes de todas las poblaciones y rancherías de los alrededores.

Fue hace cosa de dos años que su compadre el Rulas le dio el empujón definitivo para que resultara nombrado Delegado Seccional del Sindicato en esa zona, y desde entonces había hecho una concienzuda labor de convencimiento entre toda esa bola de apáticos compañeros, muchos de ellos provenientes de la Capital, que estaban harto desanimados por haberles sido asignada una plaza en tan remoto lugar, habría que ver, a 35 larguísimos kilómetros distancia, en su mayoría por una espantosa supercarretera de cuatro carriles, mientras que otros colegas, sin duda agraciados por los dioses gremiales, disfrutaban de perennes vacaciones, contando eso si con la emisión puntualita de sus cheques en remuneración por una o más plazas fictas, sin otra obligación que presentarse de vez en cuando a las consabidas marchas.

El haber logrado tan importante asistencia era una demostración de que estaba realmente listo para volver a escalar posiciones en el organigrama sindical.  No era en balde que la semana anterior le hubieran ofrecido un puesto en la planilla que todos sabían iba a ser la buena.  Cierto que no era un puesto demasiado importante, pero significaba que le estaban reconociendo su trabajo, y si tomamos en cuenta que se embolsaría muy buenos pesos en viáticos, y quizá hasta otra plaza, pues claro que valía la pena.

Animado por ese panorama tan alentador, bajó rápidamente la estrecha y sombría escalera, cruzando apresuradamente el mostrador de la tiendita que le había puesto a su mujer en la planta baja, y salió a la calle con su estudiada sonrisa, esperando que los vítores de “su” gente no se harían esperar nomás reconocerle.

Pero lo que vio en el exterior lo hizo detenerse como fulminado, mientras una mueca de disgusto comenzó a ensombrecer su rostro: un pequeño grupo de futuros manifestantes, animados por unas frías bautizadas con mezcal que de seguro les había vendido su vieja, se divertían pintando con spray negro un obsceno letrero dirigido al titular de la Secretaría, justamente en la pared que, después de tantos ruegos, la cervecería al fin había accedido a pintar apenas tres días atrás.  Iba a increparlos severamente cuando escuchó la cascada voz de uno de los representantes que le llamaba:

-Don Juanito, ya está listo su coche.  ¿Qué le parece cómo quedó?

Su camioneta, su preciosa, adorada y nuevecita camioneta, ostentaba en ambos costados unas espantosas leyendas alusivas al mitin de hoy.  Casi se le para el corazón cuando vio a un tipo brocha en mano aparecer por detrás del vehículo con una lata de esmalte, pero otra voz exclamó de inmediato:

-No se espante, jefe.  Es pintura vinílica, y se quita con una buena lavada.  Por cierto, los dos guajoloteros que contratamos ya están retacados de raza, y todavía hay varios compañeros que no tienen en qué irse.  Usted se los puede llevar no?

Y como si hubiera sido el balazo de salida de una competencia deportiva, varios sombrerudos corrieron para tomar por asalto el vehículo, con la esperanza de agarrar lugar para el viaje.  Cuando el tumulto se calmó, y los desafortunados que quedaron abajo empezaron a correr para subirse al techo de los suburbanos, aparecieron varios rayones de estupenda manufactura en la caja de la camioneta, que por cierto con el peso llegaba a cubrir buena parte de la llanta.

Asombrado y furioso, pero conciente de que cualquier protesta era completamente inútil, Juan tuvo que aceptar de mala gana a sus acompañantes, y emprendió la marcha a la Ciudad consolándose con la idea de que, con su nuevo nombramiento, iba a recibir dinero como para arreglar esta camioneta, y hasta comprarse otras dos.

El viaje le resultó muy penoso.  Primero porque, a cinco minutos de haber partido, un retén de cholos tuvo el descaro de pararlos dizque para revisión de drogas o armas, teniendo que darle una mochada al sargento para que agilizara la revisión.  Luego, a escasos kilómetros de su destino, la camioneta tosió fuertemente y eructó una espesa nube de humo, negándose a continuar el viaje.  Botados en el camino, los manifestantes no tuvieron más remedio que bloquear la carretera para abordar por la fuerza el primer autobús que en mala hora acertó a pasar por el lugar.  Eso sí, consiguieron que los llevara hasta el lugar de la Gran Marcha, pero para cuando llegaron ya el grueso del contingente había iniciado el éxodo lacia el local donde se llevaría a cabo la Asamblea, por lo que su grupo fue el que tuvo que soportar lo más duro de la indignación de los ciudadanos que se vieron perjudicados por el evento.

Pero el colmo fue cuando, después de arduo navegar entre el mar de asistentes, y con la obligación de llegar a la mesa principal para inscribir su nombre en la planilla electoral, al llegar a la puerta del local Juan fue violentamente detenido por unos belicosos guardias que tenían la consigna de evitar el paso a los de la oposición.  Entonces inició una frenética búsqueda de su identificación sindical, que lo acreditaba como líder distrital por el grupo de “los buenos”, llegando a revisar hasta dos veces cada uno de sus bolsillos ante el creciente descontento de los guaruras, que terminaron por quitarlo a empujones y patadas de la entrada cuando, con lívido semblante, recordó que sus credenciales se habían quedado en la guantera de su malograda camioneta.

La Asamblea del poderoso Sindicato fue todo un éxito.  Culminó con la democrática reelección del anciano Secretario que, con un joven y renovado equipo de trabajo, juró valientemente defender desde su curul en el Honorable Congreso los intereses de sus agremiados, ante las francas agresiones por parte de los funcionarios de la Secretaría, comprometiéndose a continuar la lucha sindical para conducirla a nuevas conquistas laborales.

1 comentario:

  1. Hola Ome Tecpatl

    Te felicito por tu nuevo escrito y por tu gran versatilidad literaria. Tus obras nos hacen reflexionar sobre los diversos temas que abordas en ellos. Trátese de una asamblea de sindicato o de un acontecimiento de la época precuauhtémica. Me imagino que también pondrás pronto en línea la "Fiesta de Panquetzaliztli" y "Nacimiento y muerte".

    Te mando un muy cordial saludo desde el otro lado del Atlántico.....!

    Que estés bien !

    Tecpatzin

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