domingo, 23 de octubre de 2011

Amargo Despertar

Domingo.  Después de pasar una semana de todos los diablos, con una sobrecarga de trabajo “urgente” que me hace sentir como esclavo; luego de un relajante sábado en el que, con ayuda de mi compadre favorito, hice todo lo humanamente posible para amanecer con una cruda de pronóstico; y por si fuera poco, con el inconveniente de que precisamente hoy entró en vigor el tan cacareado y controvertido cambio de horario, robándome una hora de sueño que podré recuperar hasta no sé cuándo; después de todo esto, tuve que haber cometido el error fatal a la hora de acostarme: no apagué el despertador.
Y éste, fiel a su odiosa costumbre, tuvo que sonar justamente a las seis y diez, horario de “ayer”, haciéndome merecedor de unos poco amables recordatorios por parte de mi mujer, que aunque no compartía mi portentosa cruz, sí tuvo que aguantar una pesada sesión de terapia espirituosa salpicada de ingeniosos comentarios y estridentes carcajadas, o sea toda una sarta de burradas por parte de los dos beodos compadres, sentada a dos nachas junto con mi sufrida comadrita justo a tiro de hipercalórica botana, y además sin vino porque le tocó ser la conductora resignada…
Total, que después de cuatro o cinco manotazos, por fin conseguí tirar el despertador del buró, que después de dar dos ágiles piruetas tipo Paola en los Panamericanos, y tres soberbios golpes como los de Rey Misterio, fue a dar con su chillona cantaleta hasta debajo de la cama.
Un coro de protestas de los niños se sumó a las cada vez más intensas recriminaciones de la vieja, haciéndome más difícil el penoso trance de despertar lo suficiente como para ir a buscar el maldito reloj, que con su burlón tintineo parecía decirme que las “chinaderas”, por aquello de que es Hecho en China, no son tan malas como siempre he creído.
Todos tenemos la idea de que un colchón tamaño King Size es una delicia para dormir, porque permite el máximo de espacio y el mínimo de pleito, sobre todo cuando marido y mujer son de sueño inquieto y mucho peso, haciendo honor a la fama de gordos de los mexicanos.  Pero pocas veces nos ponemos a pensar que también tiene sus desventajas: tras varios intentos fallidos de agacharme, complicados por una náusea post-alcohólica que amenazaba con hacer violenta erupción, por fin pude asomarme a mirar, sólo para comprobar que el despertador, con una precisión casi matemática, había quedado justo a la mitad de la cama, bastante más allá del alcance de mi brazo, y sin tener nada a mano que fuera lo suficientemente largo para alcanzarlo.
La presión de las multitudes hace presa fácil de los nervios a los grandes deportistas, tanto como a encumbrados políticos y hasta a los famosos de la farándula, que son todo un espectáculo con sus regadotas ante cámaras y micrófonos, y ahora también en el “Face” y otras redes sociales.  Y si a todos ellos que están acostumbrados a actuar en público les sucede, no es de extrañar que gracias a los reproches familiares haya agotado rápidamente, entre un cúmulo de maldiciones, mi provisión de misiles tipo Nike y Flexi sin poder atinar un rozoncito siquiera al insistente reloj, que aunque empezaba a dar señales de agotamiento, todavía retumbaba burlón en las tinieblas dibujando una débil pero malévola sonrisa con sus manecillas fosforescentes.
Toda buena historia, ya sea novela o película, para tener una esperanza de éxito, necesita cuando menos la presencia en su trama de un villano.  Pero no uno cualquiera: mientras más odioso y trampero resulte, más llama la atención del espectador, poniendo al autor más cerca del Oscar –o del Nobel.  Pero también necesita de un héroe, osado y carismático, que resuelva las fechorías del villano.  Y en este caso, tampoco podía faltar: mi hija la más pequeña, manifestando abiertamente su disgusto por mi espantoso lenguaje y peor puntería, se zambulló ágilmente a las cavernosas profundidades para, con gran presteza, recobrar al villano reloj y, de paso, la colección de calzado que lo rodeaba, dando además una muy necesaria trapeada al piso bajo la cama, otro inconveniente de tan grande colchón, ganándose una estruendosa ovación familiar a pesar de la espesa capa de polvo que cubría sus alborotados rizos y su camisón de florecitas cuando salió de ahí.
Finalmente, como una feliz familia, se inició con gran algarabía la procesión hacia el menudo de Doña Lupita, para subsanar el súbito despertar de todos con un abundante desayuno...  Bueno, todos menos yo, que en castigo a mis villanías tuve que quedarme a lavar el camisón de la pequeña.

Pd.  Resulta que el gozo de fue al pozo: a Doña Lupita también la sorprendió el cambio de horario, y el menudo estaba cerrado.

2 comentarios:

  1. menuda sorpresa fue la mia cuando al llegar el recibo telefonico contaba con una cantidad de cuatro cifras separadas por una coma y dos ceros a la derecha despues del punto y ahora al leer el periodico voy enterandome que por vivir en una ciudad en la que a las tres de la mañana la temperatura bien puede estar a treinta grados centigrados es casi imposible conciliar el sueño si no cuenta uno con un sistema de aclimatacion o mejormente dicho mini split, revoltura de nimiedades con gringoladas y eso me hace estar seleccionado como de alto consumo y como en mexico la economia funciona al reves y a los que consumimos mas en lugar de darnos mejor precio, asi como si fuera de mayoreo nos la dejan cayetano y nos cobran el doble o hasta el triple, asi pues me dejo frio la llegada de ese papelillo cobrador y extremadamente caliento por no poder hacer nada mas que ir a pagar por que a nuestros eficientes administradores de la comision federal de electricidad (propiedad de todos los mexicanos) no les interesa si me pagaron o no los clientes que tambien se petrificaron al ver sus recibos. sera que de algo sirva . . .

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  2. así es desgraciadamente a tantos años con el tal cambio de horario todavía estamos los que se nos pasa y las consecuencias sulen ser malas pero nuestro gobierno dice que se ahorra donde??? me pregunto yo, ya que de todas maneras hay que encender la luz por mucho tiempo en las mañanas no? en fin.....

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