domingo, 14 de agosto de 2011

Publicidad Ecológica

-Este es el lugar-, dijo el cliente.  -Recuerde que queremos algo realmente grandioso, que impacte vivamente a la gente.
Don Ruperto asintió gravemente, observando los alrededores.  Ciertamente era un buen sitio esta curva del camino pero, para su mala  suerte, el único grupo de árboles que había a la vista estaba justamente ahí, implicando un costo extra que no había considerado al cotizar el trabajo.  De algún modo arreglaría eso, no en balde era el mejor colocador de anuncios espectaculares en éste y varios estados vecinos.
Fue el ruido de la motosierra de su compadre, mientras daba su propina al de la Forestal, el que le inspiró la idea de armar con esa madera un rústico cobertizo, que serviría para trabajar con cierto resguardo del inclemente sol de verano, lo que definitivamente era toda una bendición.
Días después la actividad era febril: el golpeo de marros alternaba con el zumbido de las cortadoras, y la cháchara sabrosa y picante de los trabajadores, acumulándose cada vez mayor cantidad de esquirlas de metal, aserrín y otros desperdicios que se arrojaban atrás de unos arbustos, para que no llegara el inspector de Semarnap por su parte.
Una densa y gigantesca columna de humo negro marcó el momento en que se aplicó el chapopote a la estructura para impermeabilizar los paneles de prefabricado, quedando como siempre un sobrante que nadie se molestó en apagar, por tratarse de una merma calculada.  Para fortuna del de Semarnap, la lumbre llegó a los arbustos vecinos, dejando bien al descubierto los montones de basura.
Llegó el día en que se levantó y cimentó el armatoste, y lo celebraron con un puerquito regado con varios cartones de cerveza, esa de envase no retornable, que por cierto tuvieron que tomar a pleno sol del otro lado de la carretera, porque la grúa volcó el tambo de 200 litros lleno hasta más de la mitad de petróleo, provocando una mueca de disgusto del patrón que duró varias rondas; además de una mancha en el suelo de varios metros cuadrados, bastante malolientes.
La siguiente semana, don Ruperto la pasó de una tarima a otra, corrigiendo con un cúmulo de maldiciones y su inseparable lata de solvente las múltiples equivocaciones de los colocadores de las lonas impresas, quedando al punto del infarto el jueves cuando, al llegar enfurecido de una reunión en la que su cliente se quejó por el retraso, frenó bruscamente su camioneta encima de cuatro cubetas de pegamento que algún descuidado trabajador había olvidado llevar a su lugar, y que no vio por reclamar a la gente la colocación equivocada de una lona que se notaba desde la otra curva.
Pero no hay mal que dure cien años.  Y lo que antaño era el único rincón arbolado en esta tediosa carretera, ahora está ocupado por un desvencijado cuartucho de costera que alberga al único talachero disponible en varios kilómetros a la redonda, favorecido por una extensa zona de terreno ennegrecido y estéril, ideal para reparaciones de emergencia, rodeado de varios pintorescos montones de inidentificables desperdicios, artísticamente combinados con cascos viejos y rines oxidados, todo esto un marco muy adecuado para el fabuloso anuncio espectacular, que entre lujuriosa vegetación y fauna exótica reza:

VOTE POR LOS ECOLOGISTAS

No hay comentarios:

Publicar un comentario