sábado, 6 de agosto de 2011

La Historia de Rocco

¡Hola! 
Mi nombre es Rocanio Granito, pero todos mis amigos me llaman Rocco.  He sido víctima de una injusticia, y quiero que todos conozcan mi historia.
Todo comenzó el jueves pasado, cuando estaba cómodamente acostado a la sombra de un matorral en compañía de unos cuates, en un baldío cercano al lugar del plantón.  En eso llegaron un montón de manifestantes que venían muy excitados, acercándose a nosotros varios de ellos y, en forma por demás agresiva, nos agarraron, nos levantaron y nos llevaron con ellos.
En las puertas del Palacio de Gobierno, el alboroto crecía en intensidad a cada momento.  Gritos y consignas dieron paso a un tremendo furor colectivo, cuando una voz anunció que nadie quería atender sus demandas, empezando una gresca fenomenal.
Fue en ese momento cuando me agarraron por sorpresa, y sin previo aviso me vi lanzado por los aires.  Iba directo a la cabeza del Secretario, pero el muy canijo se agachó, y después de un duro golpe en la pared fui a caer justo a media espalda del vocero oficial, acabando abajo del escritorio en un lugar donde veía claramente las florecitas de los chones de la secre, empinada ahí para cubrirse de la andanada.
En medio del caos, pude oír la llegada de los granaderos, que a punta de garrotazos y lacrimógeno arremetieron contra la multitud para dispersarla.  Cuando los federales entraron al edificio para rescatar a los sitiados, me sacaron de mi escondite con una violenta patada, no demostrando ni la más mínima consideración por mi persona.  Creo que entonces perdí el sentido, porque lo siguiente que recuerdo fue el momento en que un extraño individuo me observaba atentamente, para luego levantarme con inusual delicadeza y llevarme hasta una maltratada camioneta negra en la que encontré, entre otros, a uno de mis camaradas del baldío.
En ella nos trasladaron a una ruinosa dependencia de la Procu, donde fui salvajemente torturado: me agarraron y me sumergieron en un inmundo líquido hasta casi asfixiarme, con tal de averiguar mi naturaleza; luego me llenaron de polvos irritantes dizque para buscar huellas; y por último, me golpearon salvajemente en toda mi anatomía, al grado de quebrarme en varios lugares, para que después pasaran horas viendo mis entrañas en una pantalla con ayuda de un tubo negro; finalmente me arrojaron a una oscura y húmeda gaveta que cerraron con fuerza, en la que estoy abandonado desde no se cuándo, sin que nunca nadie me diera la menor oportunidad de defender mis derechos, a la espera de una farsa de juicio en el que, paradójicamente, estoy catalogado como prueba.
Puras instancias inútiles.  Un montón de dependencias burocráticas, ¿y no hay nadie capaz de defenderme?  ¿Por ejemplo un Ombudstone o una Comisión Nacional de los Derechos de las Piedras?

No hay comentarios:

Publicar un comentario