domingo, 11 de septiembre de 2011

Soluciones Modernas

La flamante camioneta de reciente modelo se acercó lentamente al enorme portón de color claro, convenientemente cobijado del tenue alumbrado de la elegante calle residencial por la sombra de los frondosos árboles, que con tanto esmero cuidaba el jardinero de la finca.

Unos cuantos días atrás, en una animada fiesta a la que fue invitado, el Gato se enteró que su flamante novia acompañaría a su familia a unas magníficas vacaciones por el Caribe mexicano, poniéndole en bandeja la oportunidad de llevar a cabo otro de esos rentables “trabajitos” que hacía con su cuate el Chente, que era toda una fichita en la exclusiva Universidad a la que ambos asistían.

Encantado con la idea, el galán dedicó aquella vez toda su atención a la muchacha hasta que ésta, vencida por los vapores del alcohol y otros humos que circularon ese día, cayó en un profundo sopor que apenas pudo superar con varias tasas de café y una discreta aspirada.  No fue sino hasta la puerta de su casa que ella se percató de haber olvidado su bolso en la fiesta, detalle que le hizo pasar una vergüenza con su atento amigo cuando, después de tocar el timbre, tuvo que soportar el airado reclamo de su padre por la hora de llegar.

Tras esperar pacientemente por largos minutos, dos figuras de oscuro ropaje descendieron de la camioneta, moviéndose con discreción al abrigo de las sombras.  La “olvidada” llave calzó fácilmente en la cerradura, abriendo la puerta en silencio.  Los jóvenes cruzaron el amplio y bien trabajado jardín con la seguridad de que la propiedad estaba completamente sola.  Una vez adentro de la casa, todo fue muy sencillo: gracias a sus visitas previas, el Gato sabía bien dónde buscar, y en poco tiempo habían reunido todo lo que se iban a llevar.  Lamentablemente, no fueron capaces de notar el alambrito que había junto a la bisagra de la caja fuerte del estudio, y a eso se debió que su sorpresa fuera mayúscula cuando, al doblar la calle ya a bordo de la camioneta, se dieran de narices contra tres unidades de la policía, que de inmediato les cortaron toda posibilidad de escape.

Cegados por la potente luz de las linternas, y en medio de una intensa andanada de golpes e insultos, ambos malandrines fueron violentamente introducidos en el asiento posterior de una patrulla.  De nada valieron las protestas del Gato, que insistía en asegurar a los azules que era el ahijado favorito del secretario particular del Subdirector de Averiguaciones, que los iba a cesar en cuanto se enterara de semejante atropello.

La tormenta pareció calmarse cuando, pasando bruscamente “a la báscula” al Chente, los polis encontraron entre sus ropas un documento de aspecto formal, llevándolo de inmediato al que parecía ser el jefe; éste lo comenzó a leer, primero con rapidez y luego muy, muy despacio, como si estuviera inseguro de entender el alcance y significado del escrito.

Al terminar la lectura, y ante la atónita mirada del Gato, el oficial abrió de mala gana la puerta de la patrulla y franqueó el paso al Chente, quien se dispuso a abandonarla arrebatando el papel de la mano del patrullero con una mueca de desdén, mientras decía a su cómplice:

-¡Modernízate, amigo!  Ahora las influencias se consiguen por escrito.

Con las sarcásticas palabras taladrándole aún los oídos, y bajo una nueva lluvia de golpes que ahora llevaban además un dejo de frustración, desfiló en la mente del Gato el texto que alcanzó a leer en el maldito documento:

“Amparo que otorga el Juez Segundo de Distrito al Sr. Vicente López, ante los actos de cualquier autoridad que lo sorprenda in fraganti en alguna actividad delictiva...”

1 comentario:

  1. asi es la justicia en mexico
    el problema es la corrupcion
    todos los reglamentos estan hechos como un intento de extorsion y si no me crees desafia a alguna autoridad y lo podras comprobar por ti mismo

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